4.10
Eran las 4:10 am de una madrugada calurosa en el trópico, a solo 70 metros sobre el nivel del mar, el sudor corría por su espalda y un mosquito no lo dejaba dormir, su piel sudada y los más de 36 grados eran el menor de sus problemas.
El viejo ventilador ya solo ruido hacia, pero más ruidos había en su interior, se llenó de ganas de olvidarla, de ya dejarla atrás y esperar que no vuelva más, que ya no aparezca irrumpiendo y tirando la puerta a patadas, formando desorden y luego solo partir, ella siempre reaparecía cuando él ya había logrado arreglar la casa, quitado telas de araña, reparado muebles desgarrados y amontonado en un baúl en el rincón más oscuro del armario las memorias, esas que hoy no lo dejan dormir.
Que hastío — remachó — mientras apretaba con sus manos las sabanas, se supo un reto más y se vio abandonado en un estante llenándose de polvo como un trofeo que alguien se propuso ganar.
En ese mismo instante por su ventana en silencio y como un raptor, en el momento preciso e indicado, llegó alguien más, lentamente lo desempolvó, con ganas de reconocerlo, sabiendo lo que fue e imaginando lo que es.
Pero ya es tarde — pensó — los jardines si no los riegas se secan y en un santiamén empezó a llover, algo dentro prorrumpió llenando su pecho.
- ¿Tomará el riesgo nuevamente?
Hay que limpiar la casa, pensó.