Canela
Desde los seis se culpó por la muerte de su hermano, aun cuando él murió antes de ella nacer, quizá porque desde el vientre de su madre lloró su muerte, dos meses antes de ella emerger, también cargaba la culpa del padre ausente.
Aprendió a amar el té a esa corta edad, era enfermiza y su abuelita solucionaba cada dolor, molestia y añoranza con un té y miel. Se sentaba sola en un viejo e inmenso comedor, sus manos apenas alcanzaban la enorme taza de té humeante frente a ella, sus pies colgantes no tenían quietud. Mientras esperaba se enfriara, imaginaba historias y se distanciaba de su realidad.
Ahora ya adulta cuando se prepara un té solo cierra los ojos y siente su olor, para luego dar pequeños sorbos y regresar a ese momento de paz, tenia razón su abuela no hay nada que no se pueda solucionar con un té.
Manzanilla para purificar, zacate de limón para sacar de la garganta esas palabras acumuladas que causan dolor, naranja agria para los nervios, tilo para llamar a los espíritus del sueño, canela para alegrar los corazones.